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"Escuchar al otro", Bajo una lluvia ajena (2024) de Marta Hincapié Uribe

 

La torre de Babel la construyen los seres humanos para llegar al cielo y fundar una gran ciudad donde se hable el mismo idioma. De esta manera habrá unidad, comprensión, paz y armonía entre todos. Pero Dios considera este gesto arrogante y soberbio. No admite que nadie se compare con él. Por eso, tumba la torre e inventa diferentes lenguas para que los humanos no se entiendan entre ellos, para que haya confusión. (Babel significa « confusión »). Desde ese momento, nacen los malentendidos, la incomunicación, las peleas, los conflictos, el miedo, el odio, el racismo, la xenofobia y la guerra.


      El lugar donde inicia la historia de este film es en el municipio de Vic, en la provincia de Barcelona, en la comunidad autónoma de Cataluña. Hacia el año 2001, la realizadora Marta Hincapié Uribe vive allí, rodeada de migrantes. Ella les propone que les envíen videocartas a sus familiares, diciéndoles lo mucho que los extrañan. Los filma de frente, resaltando sus rostros (la mayoría nostálgicos) y las palabras amorosas en su idioma natal. También filma sus actividades laborales (en las carnicerías), desfiles de máscaras en las calles, torres humanas, e incluso filma una videocarta de un político catalán que envía un mensaje xenofóbico a los migrantes. Casi veinte años después, durante la pandemia (como contó en el conversatorio en el cineclub Espectra), Marta regresó a esos rushes y vio la posibilidad de hacer un documental sobre esa época en que era una estudiante de cine. Luego pasó por las residencias Walden, donde terminó de pulir su dispositivo y encontró la estructura dialógica.

Bajo una lluvia ajena es un film en forma de torre de Babel: pone en diálogo personas de diferentes nacionalidades (marroquíes, palestinos, senegaleses, ghaneses, colombianos de Cali, Bogotá y Medellín) con diferentes formatos de imagen y sonido como videocartas, videos observacionales, tarjetas postales, sonidos guturales, voz en off de la realizadora, narraciones leídas por un actor extraídas de un libro (viaje al país de los blancos de Ousmane Umar), e incluso canciones populares como dolor de patria de Darío Gómez. Pero el film no quiere ascender al cielo para desafiar a Dios y recibir un castigo divino, sino que desea demostrar que ese proyecto utópico de vivir en paz y armonía, de vivir en unidad entre seres humanos, de construir un paraíso para todos, es posible. Cada archivo se para sobre los hombros del otro y juntos construyen esa posibilidad, esa pregunta.

       Los tres narradores del film hablan del agua. Al atravesar el agua se llega a otra tierra, a otro mundo, al “paraíso”. El abuelo de Marta dejó de ser él, se quitó su piel como una culebra, y se convirtió en otro, en un doble suyo, en alguien que quizás traicionó los mandatos familiares pero que vivió más a gusto consigo mismo. El narrador africano entendió que su aldea no era el mundo cuando vio el mar.  Su mirada se amplió, lo mismo que su identidad. Intentó viajar al supuesto paraíso de los blancos, un lugar donde se encontraban las riquezas que le saquearon a su propio país, pero le prohibieron la entrada por su color de piel, por su lengua, por su cultura. Se quedó a mitad de camino. Le hicieron entender que el “paraíso” es solo para unos pocos. La mujer marroquí les pide a los migrantes que no atraviesen el Mediterráneo en pateras. El mar se los traga. Y el hombre que escucha dolor de patria toma aguardiente para tramitar los recuerdos lejanos, el mal del país, el síndrome de Ulises. Pero el agua también representa el origen, el vientre de la madre, el lugar donde nadábamos en paz y éramos felices. La casa segura. De alguna manera, todos los migrantes desean regresar a su madre patria, al agua pacífica y candorosa, esa que los arrullaba y hacía sentir protegidos del peligro del exterior, del conflicto, de la incomprensión, de la guerra. Sin embargo, todos saben que ese regreso es imposible e ineluctable: no están aquí ni están allá. Están en ninguna parte. Y el resultado emocional de ese destierro es la melancolía. Por eso la secuencia en que el hombre bebe tragos de alcohol mientras escucha dolor de patria es la más importante del film, pues expresa el estado del alma de cualquier migrante en cualquier parte del mundo.

En las razones del lobo, el primer largometraje de Marta Hincapié Uribe, la narradora describe el country club de Medellín, el lugar por donde se paseaba toda la alta sociedad antioqueña, como una isla. La narradora hacía parte de esa isla, pero decidió escapar de ella, exiliarse. Ese exilio le permitió ver en plano general esa alta sociedad tan cómplice de algunos conflictos en la ciudad de Medellín, tan acomodada en la infinita guerra; una sociedad que promovió el NO cuando se votó el plebiscito por los acuerdos de paz en Colombia en 2016. De alguna forma, esa narradora también es una migrante, alguien que sabe del destierro, de la soledad, de lo ajeno,  de querer ser otro. Quizás Bajo una lluvia ajena es una continuación de ese percibir el mundo desde afuera, desde un no-lugar, desde el desarraigo, para verlo y escucharlo en conjunto. 

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