Un nuevo amanecer es dos películas a la vez. Por un lado, cuenta la historia personal de la realizadora Priscila Padilla desde su infancia, cuando estuvo entre el dilema de irse a la guerrilla o de actuar en el cine, pero también desde su adultez, cuando se muere su padre—un líder revolucionario— o cuando busca a su amiga Olga—una militante de la guerrilla de las Farc—, a la que le perdió el rastro desde hace algunos años. Por otro lado, se cuenta la historia de varias ex guerrilleras—Eliana, Jessica, Sarah Luna y Alejandra— que, después de firmar los acuerdos de paz en 2016, deciden entregar las armas y reintegrarse a la sociedad. Algunas se dedican al arte, como la pintura, la música o el performance, y otras se dedican a la crianza de un niño, o a la recuperación física para tener una mejor vejez. La realizadora Priscila Padilla las llama, les pregunta cómo están, incluso las entiende cuando algunas decidieron tomar otros rumbos distintos de los de la paz. Las dos películas se entretejen y, gracias al montaje, se dan saltos temporales entre el pasado, presente y futuro de estas mujeres.
En una secuencia en un bus público en Bogotá, una ex guerrillera, estudiante de música, con dos músicos acompañados de tambores, cuenta brevemente su historia después de dejar las armas y de decidir reintegrarse a la vida pública; luego canta una canción bastante esperanzadora, pero los pasajeros, sentados en sus sillas, miran por la ventana, miran el celular, se ocupan de sus cosas, la ignoran. Esta secuencia es corta, pero en ella se desprende un problema central del país: ¿basta con que los actores del conflicto quieran hablar para que la gente los escuche? ¿la gente realmente quiere escucharlos? ¿la gente quiere recibir sus historias sin juzgar? ¿estamos preparados para escuchar esas historias y, por ende, para estar en paz con esas personas y con nosotros mismos? ¿Colombia realmente es un país que quiere estar en paz? ¿no es un nuevo amanecer una intención de profundizar en esos relatos y de ver la complejidad que contienen? ¿no es un documental sobre la escucha? ¿Y qué significa escuchar?
Durante el conversatorio, Priscila Padilla contó que varias secuencias—incluida la del bus, o la del performance frente al centro de paz y memoria— fueron iniciativas propias de las chicas. Ella solo se preparó con su cámara y el sonido para seguirlas, para compartir con ellas esos momentos simbólicos, esos momentos que son como rituales para exorcizar demonios y así conseguir la paz interior y colectiva. Esa idea de hacer películas CON ellas y no SOBRE ellas, demuestra que Priscila sí se tomó el trabajo de escucharlas y de generar las condiciones idóneas para que ellas se expresaran de forma sana y artística a través del documental. Escuchar entonces significaría acoger al otro—independientemente de su pasado— y trabajar en equipo para construir algo bello, algo capaz de conmover a los demás. En ese sentido, un nuevo amanecer es una película sobre el arte de escuchar, que promueve la tesis de que la paz en Colombia es posible sobre todo a través de darle al otro un espacio—ya sea artístico, social o político— donde pueda tejer su relato personal, para que así pueda florecer de manera digna y libre en la sociedad.
Confieso que me hubiera gustado ver un poco menos a la realizadora en el documental, sobre todo escuchar menos su voz, pues a ratos su discurso era un tanto explicativo y contenía algunos lugares comunes, casi como en un reportaje periodístico; eso desequilibraba la parte observacional de las mujeres ex guerrilleras, les hacía perder su brillo, la complejidad y la ambigüedad de sus silencios. Lo mismo con los tambores y la música en general; yo hubiera prescindido de eso, pues, repito, a veces ese convencionalismo lo hace a uno pensar que está en un reportaje de la televisión y no en un auténtico documental de una autora que quiere dar una mirada personal sobre el cuerpo de la mujer en la guerra y la paz. La verdad, me hubiera gustado ver una sola película: la que muestra el proceso de las mujeres ex guerrilleras para reintegrarse a la vida cotidiana. Es más, solo con Sarah—la mujer que, al ver las sesiones de la JEP, lanza una mirada por la ventana al estilo de Edward Hopper— me hubiera bastado.
Un nuevo amanecer fue seleccionada en la sección nacional del festival internacional de cine de Cali 2024, y hace parte de un tríptico cinematográfico dedicado a indagar en los cuerpos de las mujeres en lugares periféricos de la sociedad colombiana, junto con el excelente documental la eterna noche de las doce lunas donde se muestra la importancia de tejer para sanar, y un grito en el silencio (aún no visto).
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