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"El fin del mundo", Morichales (2025) de Chris Gude

Morichales es un ensayo fílmico que habla sobre la búsqueda del oro bajo las palmeras de moriche en la Guayana venezolana. Tiene un narrador que describe el proceso de extracción y de comercialización del oro, aunque también medita de manera poética y filosófica sobre la madretierra, la ambición del ser humano y el mundo capitalista en el que vivimos. Las imágenes fueron filmadas con una cámara de 16mm, pero también hay ilustraciones hechas a lápiz—como lo haría un botánico o un antropólogo de siglos anteriores— del funcionamiento de las máquinas extractoras y algunas pinturas abstractas, creadas por el artista Mauricio Carmona. También hay una música hipnótica que está presente en cada plano de la película y una serie de imágenes en cámara lenta algo repetitivas.



Desde el inicio, el documental crea una atmósfera de fin del mundo. Primero, gracias a las imágenes en 16mm, vemos los ríos secos a causa de la utilización de las dragas que buscan el oro, los mineros viviendo en condiciones lamentables, y el agua (algunas veces filmada en cámara lenta) parece como si la viéramos por última vez. La música hipnótica refuerza esa sensación apocalíptica: genera un estado de contemplación fúnebre, como si uno fuera incapaz de hacer algo frente al desastre. También se siente dolor por el daño ecológico que se ha venido haciendo desde hace siglos; y lástima por el esfuerzo inútil de esos hombres que, después de un trabajo tan arduo y tan destructivo, terminarán igual de arrastrados.


La voz del narrador parece la voz de un dios o la de un científico porque mira el paisaje con distancia y frialdad, solo describiendo, analizando y constatando, como si los humanos fueran pequeños objetos y el paisaje un decorado a estudiar. Habla de la extracción del oro, de los procesos por los que pasa para ser vendido, de las múltiples manos por las que se mueve, de su viaje al exterior de la región. También habla del ser humano en abstracto, de su contradicción, de su ambición y de su pequeñez. Esta es una voz de la conciencia, que llama a ciertos valores y cierta ética, todos relacionados con la protección del medio ambiente y la crítica a un sistema capitalista feroz, inhumano. En ese sentido, Morichales es como una parábola. Simula una conciencia divina que parece hacernos falta como seres humanos para relacionarnos de buena manera con la naturaleza.


Debo decir que la película empezó bien, con un montaje ágil, que lo sumerge a uno en ese estado meditativo sobre el conflicto entre la naturaleza y el ser humano. Pero luego se convirtió en una suerte de repeticiones, como por ejemplo las imágenes en ralentí, que al principio parecían decir algo profundo sobre la eternidad, pero que luego no fueron más que un exhibicionismo, como si el realizador nos dijera: « miren qué imágenes tan potentes tengo. Estoy enamorado de ellas. Admiren su plasticidad ». Lo mismo con la música. Al principio sirvió para adentrarlo a uno en cierto estado hipnótico, pero como está presente en cada plano del documental, uno termina sintiendo hastío, cierto bloqueo por parte del realizador para dejarlo a uno sacar sus propias conclusiones. Se necesitaban más pausas, más silencios para digerir el discurso.


Entiendo que el realizador filmó esas imágenes en 16mm porque en la zona peligrosa no le permitían sacar cámaras de vídeo o celulares. Esa es la única razón por haber utilizado el fílmico. No hay otra. Nada trascendental. (Lo dijo anoche en el conversatorio). Por eso me pregunto por qué ciertos críticos hablan de la materialidad y de la importancia de lo fílmico, siempre con ese tono tan solemne y tan erudito con que tratan películas similares como la laguna del soldado. También me pregunto por qué últimamente el cine, sobre todo los films colombianos, han cogido ese tono tan políticamente correcto de proteger el medio ambiente y de criticar el capitalismo salvaje. En la vida cotidiana ese tipo de luchas son dignas, claro, pero en el cine es problemático porque ese discurso se está volviendo repetitivo, incluso se ha convertido en un lugar común para ganar fondos de cine nacionales o premios en festivales de cine. 



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