Después de la Segunda Guerra Mundial, Algeria quiere independizarse de Francia. Bueno, siempre lo ha querido, desde el siglo XIX, pero ahora, cuando Europa está tan destruida, es el momento adecuado para echar a los colonos franceses. Es obvio que Francia no lo acepta, pues Algeria es una vaquita que le da leche y no la quiere soltar. En Algeria nace el Frente de Liberación Nacional (FLN), una organización que busca la descolonización desde el año 58 y que se enfrenta a los militares franceses. Los militares franceses persiguen, torturan y desaparecen integrantes del movimiento. Tienen aterradores centros de tortura (parecidos a los que muestra Rithy Panh en S21). Los argelinos cometen actos terroristas, asesinatos; operan en Algeria y en Francia como agentes secretos. Se arma una guerra bastante cruel, donde los franceses, tan amantes de la libertad, se comportan como carniceros profesionales. En 1962, Algeria se vuelve un país independiente. El FLN es el partido de gobierno.
Fidaí es ese hombre que de manera voluntaria se une a la causa revolucionaria de la liberación de Argelia. Está dispuesto a morir por la independencia de su país, ya sea asesinando a alguien o poniendo una bomba en un lugar estratégico del primer mundo. El Hair, el tío abuelo del realizador, fue un Fidaí. Llegó a Francia muy joven. Trabajó en un taller. Jugaba fútbol. Y a los 19 años, totalmente convencido de la causa revolucionaria, se alistó como voluntario. Le encargaron asesinar un jefe del FLN que al parecer era un traidor, pero la pistola se trabó y le tocó salir huyendo. Un siguiente asesinato encargado, a pesar de un forcejeo, sí pudo ejecutarlo, pero El Hair apareció en la prensa a principios de los años sesenta, fue perseguido por los policías franceses, luego encerrado en una prisión. Sin embargo, en el momento en que se filma la película él ya es un abuelito pensionado, alguien frágil y vulnerable, que juega con sus nietos y filma una película con su sobrino, Damien Ounouri.
Damien le propone a El Hair que reconstruyan algunas escenas de cuando él era un Fidaí. Ayudado por el sonido, creando tensión, las escenas contienen suspense, pues se alcanza a vivir la ansiedad que pudo haber sentido El Hair a la hora de disparar. Damien hace de víctima (al que van a dispararle) y El Hair empuña las armas, que después de tantos años ya ha olvidado utilizar. Son unas restituciones de una historia personal (muy en la onda del Rithy Panh de S21) que ayudan a llenar los vacíos de la historia de la guerra de Algeria, aunque también sirven para reflexionar sobre el límite entre ser un terrorista que mata por placer y un revolucionario que mata para liberar a su país oprimido desde el siglo XIX por un país colonialista.
Una escena que recuerdo bastante es aquella en que Damien le pone las medias a El Hair. Damien se ve compasivo por su tío abuelo, incluso preocupado por que esté bien. Lo trata como un niño, sabiendo que él ya es un hombre frágil, anciano, que necesita ser cuidado. El Hair se ve débil, nada que ver con el temerario joven que recibía órdenes de los altos mandos del FLN, y en un momento cae sobre la cama, con un mareo algo misterioso, que ninguno de los dos se explica. De pronto puede ser el remordimiento que carcome la conciencia de El Hair. Una lección de Allah, algo así. Pero lo que más me impresiona, sobre todo porque el camarógrafo le da una cierta importancia cuando cierra el plano, es Damien poniéndole las medias a su abuelo. Me hace pensar en una especie de embalsamador, alguien que sabe que el cuerpo del hombre en frente suyo ya está en paz, y por eso lo prepara sosegadamente para morir. Ahora le toca a Damien usar la cámara como arma para transformar la sociedad.
Desde Argelia, como lo vemos en las silenciosas imágenes de archivo a blanco y negro, los colonos franceses son vistos como unos torturadores, incendiarios, que quieren someter un pueblo destinado a ser libre. Tenían trucos perversos para hacer cantar a alguien del FLN, como lo cuenta en París el amigo de El Hair. Siento que este documental invita a preguntar por la historia personal de los integrantes de la familia, sobre todo la de los abuelos, aquellos que van a morir próximamente, pero también invita a revisar la historia del colonialismo de países del primer mundo, países siempre tan empecinados en presentarse como pueblos amantes de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad, mientras despliegan el colonialismo feroz por el Tercer Mundo.
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