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"El Hollywood de Yugoslavia", Cinema Komunisto (2010) de Mila Turajlic

 


Yo no sabía que entre 1945 y 1992 existió un país socialista llamado Yugoslavia (hoy disuelto en Bosnia Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro, Serbia y Kosovo). Tampoco sabía que tuvo un presidente llamado Tito, que era cinéfilo (veía una película diaria) y que era amado por el pueblo, reconocido como un gran gobernante, aunque también como un tirano que desaparecía a sus contradictores. Tampoco sabía que existió un “cine yugoslavo” (la mayoría de propaganda), realizado en un complejo llamado Avala film, un equivalente de Cinecitta en Italia o de Hollywood en Estados Unidos. Por último, no sabía que grandes estrellas del cine como Orson Welles o Richard Burton trabajaron allí.

                Cinema Komunisto es un film de montaje. Tiene imágenes de películas bélicas en que los soldados de Europa del Este pelean de forma heroica contra los nazis, liderados por un gran estratega llamado Tito. También tiene entrevistas de directores, productores y actores que trabajaron en la época de Avala film y que cuentan el desarrollo de la industria cinematográfica de propaganda (en la que Tito intervenía leyendo los guiones, escogiendo los actores y los directores, e incluso eligiendo los ganadores del festival de cine de Yugoslavia), pero también cuentan la decisión del presidente de hacer coproducciones con otros países, especialmente Estados Unidos, para que sus dólares se quedaran en el país y así la economía del pueblo fuera mejor. Aunque el personaje principal, por lo menos el más interesante, es Alexander Konstatinovich, el hombre que fue proyeccionista personal de Tito durante 32 años, que cuenta cómo Tito podía sentarse de noche a ver una película de cinco horas y a la madrugada (sin haber dormido ni un segundo) irse a trabajar a su oficina.


                Los estudios Avala están en ruinas. Nadie se ha preocupado por conservarlos. La cámara se pasea por edificios derruidos, con huecos y partes oxidadas, o por hangares donde todavía están los disfraces de soldados o de vikingos que se utilizaban en las películas de esa época. Dentro de muy poco tiempo no va a quedar nada. Olvido. Nadie recordará ni a Tito, ni las películas yugoslavas, ni nada. Sin embargo, ese es el objetivo de la realizadora serbia Mila Turajlic: reconstruir la identidad de esa época a través del cine. Que su generación (nacida después de la disolución de Yugoslavia) tenga una imagen de cómo sucedió todo, cómo era la vida cuando los países estaban unidos y la gente amaba al presidente socialista, cómo el cine era el centro de la vida y cómo se mostraban las películas gringas o francesas con estrellas como Alain Delon, Elizabeth Taylor, Sofia Loren, Richard Burton u Orson Welles. (La aparición de Alfred Hitchcock es increíble: su mirada expresa la mirada de inocente-culpable que tienen todos sus personajes).

                En algunos momentos, la nostalgia por la era Tito es demasiada. No sé. La gente sabía que Tito perseguía y desaparecía contradictores, pero la propaganda era tan buena que de todas formas lo amaban. Lo amaban. Los personajes a veces son demasiado ingenuos, sobre todo el proyeccionista que idolatraba a Tito, y uno termina sintiendo pena por ellos, pues parece que les faltara más pensamiento crítico, más discernimiento después de tantos años, cuando se dieron cuenta que el país estaba totalmente endeudado por las decisiones de su tan amado y tan perfecto mariscal Tito. Por momentos, la música tan divertida, quizás buscándole algo ridículo a la solemnidad de Tito, me parecía un elemento de relleno, algo que solo servía para hacer una transición entre dos partes, como esos reportajes de televisión que hacen proezas para evitar el aburrimiento del espectador. 


    A veces me confundía y me preguntaba si la directora también veía esa época con demasiada nostalgia, como si fuera un paraíso perdido, y eso no me gustaba para nada. Lo percibía sobre todo cuando las imágenes de archivo solo servían para ilustrar el discurso de los entrevistados y no había tensión, ni contraste entre ellas. Me da la impresión de que sí hubo una investigación profunda con respecto al archivo del cine yugoslavo, pues las películas citadas son muchas, pero faltó más análisis, más crítica, más contradicción y distancia, una mirada menos complaciente con la ideología que esas imágenes transmiten.

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