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"El país de las ficciones", el doble secuestro de Sigifredo López (2025) de Alejandro Bernal



Sigifredo López. El ex diputado del Valle del Cauca. Uno de los doce que las Farc secuestró en 2002. El único sobreviviente. 

    Sigifredo saluda algunos hijos de sus colegas asesinados. Se toma fotos con ellos, con fans. Se mueve rápido de un grupo a otro, como si no quisiera quedarse en un lugar fijo. Su sonrisa es melancólica. No sé por qué me recuerda a Jean Pierre Léaud cuando era niño. Tanta vulnerabilidad. Tanto dolor. La verdad no entiendo cómo sigue de pie. En serio. Primero secuestrado por las Farc durante más de cinco años. Luego secuestrado por la Fiscalía porque supuestamente era colaborador de las Farc y se autosecuestró. 

    Su mirada es frágil, aunque no parece alguien derrotado. Se para frente al público con el pecho en alto. Sabe que todos lo estamos mirando. Sabe que sabemos que es inocente. ¿Cómo se padece tantos vejámenes y se sigue conservando la dignidad? Sigifredo. Su voz es la respuesta. La voz.


La cosa fue así: el gobierno Uribe no quiso hacer una negociación pacífica con las Farc para liberar a los diputados; decidió rescatarlos militarmente, es decir, llenar los Farallones de plomo. El operativo fracasó, pues apenas se vieron acorralados, los guerrilleros les dieron tiros de gracia a once de los doce diputados; luego huyeron. No fue posible ningún canje. Ni siquiera, por lo menos los primeros años, fue posible saber dónde estaban los cuerpos. Fue muchos después, cuando se hicieron los acuerdos de Paz en la era Santos. 

    Luego del asesinato a los once diputados, Uribe viajó a Cali. Supuestamente quería escuchar a las esposas de los diputados asesinados, aunque en realidad solo quería decir que su política de guerra era un éxito. Una de las esposas le dijo que no era bienvenido en su casa y no lo dejó entrar. Excelente postura. 


El relato de Sigifredo viaja al pasado, desde que llega al concejo de Cali y lo secuestran, pasando por los días en cautiverio, la liberación, el falso montaje que le hizo la Fiscalía, su defensa, las lágrimas, hasta el día de hoy, cuando por fin está en libertad. A esa línea dramática le salen algunas ramas, como por ejemplo, el relato de cómo se planeó el secuestro desde el punto de vista de los comandantes de las Farc. En l
as imágenes de archivo uno ve cómo se entrenaron tres meses antes del secuestro. Cómo aprendieron a hablar el lenguaje de los militares, cómo consiguieron los uniformes, cómo crearon toda una ficción para impactar en la realidad colombiana. Y el director Alejandro Bernal desenmascara esa puesta en escena a través del testimonio de los comandantes de las Farc reinsertados afirmando que eso fue un montaje, contando qué sucedió en realidad; también reconstruye minuciosamente los sucesos (como por qué Sigifredo sobrevivió) y los pone en contraste con testimonios y pruebas judiciales, que buscan acercarse a la verdad (aunque no deja de ser una puesta en escena). Lo mismo hace con Uribe y su seguridad democrática: a pesar de su tono belicoso y de una postura de gran héroe de la patria (reflejada en los primeros planos a su rostro), queda en evidencia que los resultados positivos de la guerra de Uribe también fueron un montaje, una gran ficción, una puesta en escena: ya se sabe que los militares (junto con los paramilitares) mataron jóvenes inocentes para hacerlos pasar por guerrilleros y así decirle al país que nos estaban salvando, que todo iba bien. 

    Por otro lado, la Fiscalía consiguió falsos testigos por doquier, incluso una "prueba reina" (que nos hizo cagar de la risa a todos en la sala porque era sumamente ridícula) para acusar a Sigifredo de secuestrador. Vemos todo el proceso de esclarecimiento. Entendemos lo absurdo de la acusación, sobre todo después del testimonio de Sigifredo, cuando mira a la cámara y su gesto es el de haber estado en un laberinto de burocracia y de corrupción, como lo fue la fiscalía del criminal Néstor Humberto Martínez.



Confieso que por RCN Y Caracol, noticieros masivos con intereses políticos, en algún momento yo también pensé que Sigifredo era un colaborador de la guerrilla de las Farc. Incluso cuando lo vi afuera de la sala pensé en eso. En esa duda que queda sembrada en la mente de uno. Y siento que el documental disipa la duda, da certezas. Y eso es lo poderoso, lo importante: demuestra que Sigifredo López es inocente. Él fue víctima de una época en que todo era secuestro y helicópteros en el cielo. Víctima de una fiscalía cooptada por un gobierno de extrema derecha, bélico, que acusaba de terrorismo a cualquier persona que defendiera la paz y los derechos humanos. Víctima de una época oscura, de unas personas que, como él mismo dijo en el conversatorio después del documental, no sabe por qué le tendieron esa trampa; no sabe ni quiénes son y seguro ni lo sabrá.

Alejandro Bernal es el director de un excelente documental llamado Amor rebelde que vi hace tiempo y que recuerdo sobre todo porque filmaba guerrilleros que habían decidido entrar en los acuerdos de paz, cuyas vidas eran similares a las de cualquier colombiano: pagar arriendo, conseguir dinero para la comida y para comprarse cosas, etc. Y que dejaba en claro que para hacer la paz lo primero es dejar de tratar al otro como un enemigo y empezar a reconocerlo como un par, alguien igual de frágil y de vulnerable a uno, cuya vida hay que proteger independientemente de cuál haya sido su pasado.



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