Es difícil no juzgarlo. Jacques Vergès. Conocido como « el abogado del terror ». Francés. De madre vietnamita y criado en la isla Reunión. Amigo del genocida jemer rojo Pol Pot, del nazi François Genoud, de terroristas argelinos del FLN, del terrorista Carlos « el chacal », de agentes secretos alemanes, de Mao Ze Dong, del temible líder terrorista Waddi Hadda. Esposo de Djamila Bouhired, la terrorista argelina. Abandonó a sus hijos. Desapareció por más de ocho años, como un Wakefield francés. Defendió al nazi Klaus Barbie, mejor conocido como « el carnicero de Lyon ». Y dijo que obviamente defendería a Adolf Hitler. Jacques Vergès. Un supuesto anticolonialista. Un supuesto comunista. Un supuesto amigo de la causa palestina. A veces parece un narciso que se hizo abogado solo para tener un escenario dónde explayar su grandilocuencia, solo para hacerse millonario con el dinero que le pagaban los terroristas del Medio Oriente o los dictadores africanos. Un estafador. Un agresor. Un genio de la puesta en escena judicial. Un ícono. Un amado y odiado por todos.
Este documental, junto con Idi Amin y el venerable W., hace parte de « la trilogía del mal » de Barbet Schroeder, una serie de retratos documentales sobre personajes malévolos de la historia contemporánea. La característica más interesante de la puesta en escena es que Barbet no confronta a estos personajes, ni los critica directamente; Barbet entra a su mundo siniestro, les muestra empatía y los escucha sin opinar; ellos bajan la guardia y se expresan tal y como se ven, tal y como piensan; transmiten su horror con una sonrisa en la cara, con alegría y humildad, como si fueran Mesías, salvadores divinos, personas inocentes y vulnerables que se vieron obligadas a utilizar la violencia extrema por una causa justa. El más impresionante de todos es el monje budista W., un tipo que utiliza el budismo para justificar el exterminio en Birmania de toda una comunidad musulmana llamada los Rojingas. W. hizo que los incendiaran vivos.
El documental El abogado del terror está compuesto sobre todo de entrevistas a Jacques Vergès, a sus amigos, a ex terroristas argelinos, alemanes, palestinos, a políticos, a policías, a periodistas; aunque también tiene documentos oficiales como recortes de prensa, fotografías, cartas, telegramas, imágenes de archivo, extractos de películas de ficción y música que a veces genera una atmósfera de misterio, como de película de espías.
La primera parte parece objetiva, casi periodística: Jacques Vergès se presenta como un hombre puro, que está del lado de los más débiles, como los resistentes torturados en la guerra de Argelia. El montaje apoya el discurso del abogado, lo sigue en su lógica, todo parece normal. Pero en la segunda parte, sobre todo cuando Vergès desaparece y dicen que se fue a vivir con el genocida Pol Pot, empiezan a aparecer las mentiras, los vacíos en su historia, las contradicciones, las alianzas inexplicables con nazis o con terroristas musulmanes. El montaje se vuelve más rápido; Barbet empieza a contrastar, a confrontar testimonios, a generar preguntas sobre el egregio hombre que se ha venido pintando. En la tercera parte, cuando Vergès se enamora de Magdalena Kopp, la mujer de Carlos « el chacal », el montaje se vuelve mucho más sofisticado. Por ejemplo, frente al testimonio del abogado se pone un testimonio que lo desmiente o lo desenmascara: como cuando Vergès le roba dinero a la familia de un dictador africano y él se pinta como un liberador de los pobres. Por otro lado, se supone que es un aliado cercano de Carlos « el chacal », pero lo único que Vergès quiere es quitarle su mujer. Al final, la figura del hombre de principios se derrumba y queda como un tipo que se alía con cualquier persona (no importa su causa ni su tinte político) solo por dinero y fama. Vergès no es un gran hombre de principios éticos, no es un gran hombre del siglo. Solo es un síntoma de la época contemporánea: un narcisista que necesita ser el centro de atención a como dé lugar.
No pensaba juzgarlo, pero creo que el montaje de Barbet Schroeder lleva a eso: a discernir, a desenmascarar, a buscar la verdad entre tanta mentira que el personaje cuenta. Aunque no solo lo hace con Vergès, también lo hace con Carlos « el chacal »: un tipo que supuestamente utilizaba el terror en Europa para detener el colonialismo en Africa y en Medio Oriente, supuestamente para defender a los oprimidos; sin embargo, nuevamente contrastando testimonios, descubriendo contradicciones a través del montaje, el espectador descubre que Carlos en realidad era un psicópata, un niño siniestro al que solo le interesaba el dinero y el poder (y por eso se aliaba con cualquier grupo terrorista, hasta intentó hacerlo en Colombia con Pablo Escobar). Nada más. Nada de héroes, ni de salvadores, ni de personas preocupadas por el bienestar de los demás. Solo eran "canallas con mucha imaginación", como se autodenomina Vergès durante el proceso a Klaus Barbie.
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