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"Tarjetas postales de la Retirada o el silencio de Francia", No pasarán, álbum souvenir (2003) de Henri-François Imbert

 

Las tarjetas postales son esos pajaritos que vuelan de mano en mano, dejando saludos a otra persona, recuerdos fijos de nuestro paso por un lugar, con imágenes coloridas y felices, como de un mundo ideal. Pero las tarjetas de este film son diferentes. El realizador las encuentra en la casa de sus abuelos. Estas no tienen imágenes divertidas, sino que tienen fotografías en sepia de algunas personas atravesando una frontera. Por detrás están numeradas. La leyenda dice que son refugiados españoles, republicanos expulsados por los fascistas de Franco, que se dirigen hacia los Pirineos, la frontera con Francia, en busca de un lugar digno donde vivir. Sin embargo, el narrador, a medida que indaga en esas tarjetas, se da cuenta que esos españoles van a unos “campos de refugiados” construidos por los franceses en alianza con los fascistas; campos que en realidad son “campos de concentración”.


                Cuando uno ve este documental, realizado con tan pocos recursos, uno se hace preguntas sobre la producción cinematográfica. Siempre le venden a uno la idea de que el cine se hace con mucho dinero, incluso el documental, es decir, que solo unos pocos lo pueden hacer. No obstante, Henri Imbert demuestra que, a partir de unas tarjetas postales, de una voz en off bien escrita, de permitir al tiempo escribir el guión con los vaivenes del azar, se puede realizar un documental excelente, de una calidad artística que permite un sinnúmero de visionados. Su forma de producir es económica y efectiva y les muestra a los jóvenes documentalistas un camino amable para realizar sus películas sin tener que pasar cinco años agitando el tarro en convocatorias para que los productores les echen monedas.

                Yo siento que este film le da una importancia fuerte al silencio. Por un lado, antes de decir su relato, el narrador le da espacio al espectador para que mire la tarjeta postal y pasee 
libremente su mirada por el cuadro. Esos segundos de silencio, como una meditación, hacen que uno entre a la historia, que uno se sienta invitado a una casa, que uno se forme su propio punto de vista. Por otro lado, está el silencio del gobierno francés con respecto a sus campos de concentración para republicanos de la Retirada, para judíos durante la Segunda Guerra Mundial, pero también para los migrantes de Afganistán y de todo el continente africano a partir de los años 2000. Públicamente, Francia es el país de la libertad. Es algo que los políticos gritan en medios y en discursos. Reciben a todo el que lo necesite, le dan su nacionalidad si pisa el territorio, como un mandato napoleónico. Pero de puertas para adentro, en lo privado, sucede algo diferente. Se encerró a las personas por su tendencia política o por su nacionalidad. Se hicieron alianzas con gobiernos fachistas. Sin embargo, de eso nadie habla. Y eso es lo que descubre el narrador Henri-Imbert: ese silencio aterrador. Ese revés de la historia. Eso que está oculto, como el fondo negro donde filma las tarjetas postales.


    Este documental no es un documental histórico. No se llena de fechas ni de testimonios como para ilustrar una verdad única. Ni siquiera tiene un tono de denuncia, de escándalo, de ese amarillismo que pueden tener algunos reportajes televisivos. El documental da cuenta de un hombre que busca, pero no sabe exactamente qué. Quiere coleccionar las tarjetas postales de la serie APA, donde aparecen los republicanos, como una forma de vincularse con sus abuelos; vive, deja pasar el tiempo, más de diez años, y el viento del reloj lo va llevando por territorios donde él no eligió ir, simplemente llegó allí por azar. Y descubre cosas, solo mirando en silencio. Playas hermosas, donde los turistas hormiguean con sus trajes de baño coloridos, que en algún tiempo fueron 
lúgubres campos de concentración. Espacios por donde alguna vez el realizador estuvo de vacaciones tienen la huella de unos migrantes que quisieron viajar a Inglaterra para escapar a los bombardeos en su país. El tiempo escribe en los espacios, como en un palimpsesto. Y el narrador, paciente, en silencio, es testigo de esas reescrituras, de esas repeticiones, de la neurosis humana de violentar silenciosamente al otro.

No pasarán, álbum souvenir,
junto con sur la plage de Belfast y Doulaye une saison des pluies, hace parte de una trilogía realizada por Imbert, donde la búsqueda de unas personas que el documentalista conoció en su infancia, lo lleva a reflexionar ya adulto sobre su escritura del tiempo, sobre la ausencia, pero también sobre su identidad como cineasta y como ser humano. El tiempo deja de estar dividido en pasado, presente y futuro y se mezcla en un solo instante, ese en que las personas se reúnen a mirar cómo la corriente del mar borra las huellas en la playa, cómo desaparecemos y la vida sigue. Cuando los migrantes kurdos que se dirigen a Inglaterra filman el mar en la cámara 8 mm de Imbert, uno tiene la sensación de que ese gesto es una forma de invitar al otro a escribir sobre la arena su paso por el mundo, como una forma de dejar rastro de su existencia. No es para darle la voz al otro; Imbert es consciente de que eso es imposible, pero sí abre un espacio amplio donde el otro también puede mirar a través del lente para reflexionar sobre sí mismo y sobre la corriente del mar que se lo lleva todo.

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