Stéphane Ragot es cineasta y fotógrafo. Pero viene de una familia tradicional francesa donde todos los hombres son militares. Posiblemente, algunos de sus abuelos coquetearon con el colaboracionismo del mariscal Pétain durante la Segunda Guerra Mundial; otros fueron de la Legión de Honor y no fueron reconocidos como hijos legítimos. No se sabe con exactitud. Lo cierto es que existe un pasado oscuro escondido entre los álbumes familiares, una vergüenza que se ha transmitido de generación en generación, un secreto jamás revelado, una parte de sombra en la historia de su familia. Ragot quiere explorar esa sombra, ese gesto no dicho y repetido durante tantos años. Poco a poco, va desviando su mirada, desde el centro hasta lo periférico, desde París hasta la campiña francesa, desde lo privado hasta lo público. Se encuentra con enigmas de su familia, pero también con secretos guardados de Francia, esa patria oscura tan solemne y tan bien vestida con sus tres impolutos colores en la bandera. ...
Federico, dice la madre. Federico. Durante todo el ensayo, la madre está muda. Los médicos dicen que puede ser algo psicológico; el padre dice que es una decisión, una suerte de venganza hacia la familia, una puesta en escena. No se sabe. Federico la acompaña a las citas médicas, a sus terapias en la piscina, a descansar en la montaña; habla de su pasado, cuando ella tuvo cercanía con la insurgencia colombiana de las Farc; cuando (supuestamente) lo filmó a él con una cámara 8 mm disfrazado de niño guerrillero. Uno cree que Pirotecnia va a ser un film autobiográfico, de esos que siguen al familiar en su enfermedad hasta que se muere y el espectador llora. Pero no. El mutismo de la madre cambia los planes del film. Lo convierten en otra cosa. En una especie de deriva, de exploración por diferentes tipos de imágenes. El narrador parece angustiado por el silencio de su madre. Su forma de tramitar esa angustia es hablando. Por eso habla durante todo el film: porque la palabra da la...